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  • Foto del escritorRaquel Oliva

J. J. Ayán: Ireneo de Lyon, "doctor unitatis"


Portada De Fuentes Patrísticas 37: Ireneo de Lyon, Contra las herejías, editado por Juan José Ayán, Patricio de Navascués, Manuel Aroztegi, Andrés Sáez en la editorializamos Ciudad Nueva

Este año el Papa Francisco proclamó a Ireneo doctor unitatis. Nadie mejor que el catedrático de Patrología Juan José #Ayán nos puede explicar por qué es pertinente que #Ireneo haya sido proclamado #doctor de la Iglesia y cuánta es la riqueza que nos brinda. Aquí podéis leer unas líneas del profesor Ayán al respecto que ha tenido a bien proporcionarme para vosotros, que leéis este blog:

Educado en Oriente a los pies de varones apostólicos como Policarpo de Esmirna, discípulo de Juan y testigo personal de las insistentes exhortaciones de Ignacio de Antioquía a propósito de la unidad, Ireneo llega al Occidente, más concretamente a Lyon, la capital de las Tres Galias, en donde ejerció el ministerio episcopal en los últimos decenios del siglo II, cuando la Iglesia proclamaba su fe ante un gran desafío de fragmentación motivado no solo por la potente especulación de algunas corrientes gnósticas, entre otras pretensiones de fe en Cristo, y por la tentación que se observaba en algunas iglesias por conferir a particularismos propios un carácter vinculante para toda la Iglesia.
Ireneo vivió las tensiones que habrían podido ocasionar un cisma con motivo de las divergencias existentes en las iglesias a propósito de la fecha de celebración de la Pascua y de las costumbres que la rodeaban. Los intentos de algunos por conseguir la unificación de las mismas provocaron fuertes tensiones y reacciones desmesuradas, hasta el punto de que Víctor, obispo de Roma, pensó en separar de la comunión a las iglesias que no estuviesen dispuestas a la unificación. Entre los obispos que se dirigieron a Víctor con el fin de que no se rompiera la paz entre las iglesias, destacó Ireneo que, a pesar de seguir la praxis romana, escribió al obispo de Roma para hacerle notar que las comunidades cristianas habían vivido en comunión y caridad a pesar de la diversidad de costumbres en torno a la Pascua. Para Ireneo, prácticas diversas no impiden la comunión, porque ésta no se fundamenta sobre ellas sino sobre la fe que pueden suscitar practicas varias. "El desacuerdo en torno a las costumbres sobre el ayuno confirma el acuerdo en la fe", le escribe a Víctor. Ireneo, además, le recordaba la actitud de los anteriores obispos de Roma, conocedores de la diversidad, especialmente el viaje de su maestro Policarpo para entrevistarse con Aniceto, el entonces obispo de Roma: "Ni Aniceto pudo convencer a Policarpo..., ni tampoco Policarpo convenció a Aniceto... Y a pesar de estar así las cosas, mutuamente mantuvieron la comunión entre sí, y en la iglesia Aniceto cedió a Policarpo la celebración de la Eucaristía, evidentemente por deferencia, y en paz se separaron el uno del otro; y paz tenía la Iglesia toda, tanto los que observan el día como los que no lo observaban".
La actuación de Ireneo ante Víctor era consecuente con la preciosa reflexión que, acerca de la unidad de la fe, Ireneo había ido gestando desde el amor y respeto a la Tradición recibida para hacer frente a la desmembración y la segmentación perniciosas adonde conducían las propuestas del gnosticismo. La unidad que con tanta insistencia aflora en la pluma de Ireneo no es la unidad del átomo o de la solitaria mónada sino la unidad que brota de la comunión y es sinfónica:
- la unidad de Dios, fruto de la comunión de gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
- la unidad del Creador con la perenne asistencia del ministerio de sus Manos, el Verbo y la Sabiduría, unidad que se alza como fuente de todos los bienes
- la unidad de la obra creadora configurada por una admirable variedad,
- la unidad del género humano configurada por razas y pueblos diversos,
- la unidad del género humano en la desobediencia,
- la unidad del hombre que no se entiende sino como comunión acabada de cuerpo, alma y espíritu,
- la unidad de creación y designio de salvación que se despliega en una admirable riqueza de iniciativas divinas,
- la unidad de la voz de Dios que se manifiesta como voz de muchas aguas,
- la unidad de Dios y hombre en Jesucristo, el Hombre Viviente,
- la unidad de Dios y la carne gracias al Espíritu,
- la unidad de los Testamentos divinos,
- la unidad de Tradición y Escritura,
- la unidad del Evangelio,
- la unidad de la fe,
- la unidad de la Iglesia que, diseminada por todo el mundo, custodia diligentemente la fe como quien habita una sola casa, cree como quien tiene una sola alma y un solo corazón, y predica la verdad armónicamente como quien tiene una sola boca,
- la unidad del grande y glorioso Cuerpo de Cristo,
- la unidad sinfónica como fundamento y horizonte del amante de la verdad.

***

San Ireneo de Lyon es una gran santo del s. II, que la divina Providencia nos ha querido poner de relieve para los tiempos de hoy. Escuchemos qué tiene que decirnos y aprovechemos el magisterio de aquellos que con él tratan mucho. No os perdáis esta oportunidad irrepetible. Verdaderamente es como para recomedarla a todos aquellos a los que queréis. Nos vemos Dm. "Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad".






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