3 de junio del año 2000; en torno a las cuatro de la tarde. Una luz anaranjada que entra en un locutorio y una imagen en la pared de un tal San #Ireneo. "¿Y quién es ese?" -me pregunté entonces y se reirán ahora al leer esto quienes me conocen y pensarán: "¿No quería saber quién era Ireneo? ¡pues toma dos tazas!"-. La imagen se me presentaba preciosa, como encerrando un misterio atrayente, dulce, condensado en esas pocas fascinantes palabras que me sobrepasaban y en la imagen de un Pan lleno de #Espíritu que regaba una tierra como queriendo esbozar una forma yacente de mujer.
Y más tarde entenderás
Y llegó 3º de #Teología y allí estaba yo, con mi carpetilla de folios blancos en la que siempre llevaba esa imagen de aquel tierno 3 de junio del año 2000 y pasaron dos cosas: la asignatura de #Patrología I y el seminario sobre La #Pascua. Y por primera vez dejé de aburrirme, yo, que me había imaginado la vida universitaria como aquella vida que había leído en torno a la Residencia de Estudiantes y la Generación del 27: pensamiento, poesía, libertad, belleza... Dejé de aburrirme, yo, que atónita miraba a aquel profesor que empezó un día la lección diciendo: "Por esta teología, doy un brazo", mientras se remangaba para empezar la faena, que terminó con orejas y rabo, un auditorio de universitarios aplaudiendo como cosacos tras semejante explicación de la #unción en la #humanidad de Jesús. Fue la mejor clase ever. Pasmo cósmico. Y así fue: elección, no de unos textos, sino de un maestro, que luego fueron en plural, cuyas vidas eran y son la exégesis de unos escritos que empezaron a palpitarme entre las manos de la viva voz y experiencia de aquellos maestros. Y así fue como empezó mi amistad con San Ireneo de Lyon, con el que tengo la suerte de pasar mucho, mucho tiempo, porque los textos, son pedazos de alma, como una carta que yo pudiera escribir, o esto mismo que estás leyendo. Porque yo, benévolo lector -que diría mi amigo Orbe-, no me dedico a la "autopsia del texto" -expresión horripilante que he leído recientemente en un artículo-, sino que trato en amistad con herejes y no herejes para intentar que su corazón me lata entre las manos: qué dijeron, qué pensaron, qué vivían...
Y en esta amistad seguimos y, porque pensamos que su doctrina es un tesoro, nos alegramos de que el Papa haya nombrado a Ireneo Doctor de la Iglesia. Aquí dejo el decreto en el que ahora no me detengo. Pero sirva esta entrada de blog para inaugurar la categoría "San Ireneo". Otras entradas vendrán Dm. y con ellas esperamos que pueda crecer vuestra amistad con este gran y santo obispo del s. II que, pensamos, el Espíritu levanta ahora para que la Iglesia fije su mirada en él, pues tiene mucho que decir para el tiempo concreto en el que vivimos hoy.
Decreto del Santo Padre para la concesión del título de Doctor de la Iglesia a san Ireneo de LyOn
San Ireneo de Lyon, llegado de Oriente, ejerció su ministerio episcopal en Occidente: él fue un puente espiritual y teológico entre cristianos orientales y occidentales. Su nombre, Ireneo, expresa esa paz que viene del Señor y que reconcilia, reintegrando en la unidad. Por estos motivos, después de haber tenido el parecer de la Congregación de las Causas de los Santos, con mi Autoridad Apostólica lo
DECLARO
Doctor de la Iglesia con el título de Doctor unitatis.
Que la doctrina de tan grande Maestro pueda animar cada vez más el camino de todos los discípulos del Señor hacia la plena comunión.
Desde el Vaticano, 21 de enero de 2022
Francisco
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