He aquí una breve reflexión mientras espero a entrar en una adoración.
El otro día desayunaba con un amigo que me decía que era la hora de los laicos. #Laico es, según el Derecho Canónico, todo aquel que no ha sido ordenado, por tanto, que no es clérigo. Según "es la hora de los laicos" sería el momento eclesial en que los protagonistas de la evangelización son los no clérigos.
Ciertamente no vivimos un buen momento para el clero por muchos motivos, en los que ahora no entro, pero que responden a una dinámica diabólica que es más vieja que andar hacia delante: cargarse a la cabeza. Nuestro Señor Jesucristo decidió instituir la Iglesia sobre Doce Apóstoles, quienes tienen sucesores para salvaguardar la regla de la fe. Esto es así porque así Cristo lo ha querido y por ello deberíamos rezar por nuestros pastores como si nuestra vida dependiera de ello, porque, de hecho, es así. Y siendo esto así, la hora de los laicos no consiste en sustituir al clero, pues es insustituible, es el fundamento de la Iglesia de Jesucristo, la Cabeza que debe amar a su Cuerpo como Cristo amo a la Iglesia, nada más y nada menos. El problema es que la Cabeza no ha amado así a su Cuerpo, por lo general. Y el Cuerpo ha de someterse a la Cabeza, pero ese sometimiento se basa en una entrega previa. Cuando la figura paterna falta hay un desequilibrio. Y la sociedad actual es una sociedad diabólicamente interesada en hacer desaparecer la figura paterna, porque Dios eligió revelársenos como Padre a través de su Hijo, un varón con cuerpo y sexo de varón. Es así, es histórico. Pero dejando la crisis #sacerdotal a un lado, volvamos a la supuesta "hora de los laicos".
En mi opinión, es la hora de los santos. Siempre es la hora de los santos. No sirve de nada que sea la hora de unos laicos que viven como todos los demás: sin ser santos. Donde hay un santo, se nota. Me he encontrado con santa Teresa de los Andes. Murió #carmelita, pero sólo pasaron once meses desde su entrada en el convento hasta que murió. Ella fue santa no por ser carmelita, sino por estar enamorada de Jesucristo y haber vivido para Él, sobretodo, a partir de su primera comunión a los diez años. Sus compañeras de colegio, sus maestras, su familia... iban notando que en esa muchacha pasaba algo diferente. Y luego, cuando Dios quiso entró a sus dieciocho años al convento y murió con diecinueve.
Es la hora de los santos, cuyo protagonista es #Jesucristo.
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