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  • Foto del escritorRaquel Oliva

Entrevista a San Jerónimo ¿Cómo leer las Sagradas Escrituras?


Varios libros de la Biblia la septuaginta y latín

Los Padres de la Iglesia, aquellos primeros cristianos a los que debemos los libros de nuestras Escrituras y el Credo de la fe que profesamos, desarrollaron distintas teologías porque, aun coincidiendo en lo fundamental, la fe, la explicaban de maneras diversas. No es la teología de San Ireneo de Lyon (s. II) la misma que la de Orígenes (s. III), por poner un ejemplo. Teniendo esto en cuenta, traemos hoy algunos pensamientos de San Jerónimo (s. IV) en torno a la Escrituras con el deseo de que nos ayuden a acercarnos más a la Palabra de Dios, Jesús, de la cual nos habla la Escritura que nos regala la Madre Iglesia.

1. Jerónimo, es usted conocido por su traducción de la Biblia, ¿puede decirnos qué es para usted la Sagrada Escritura?

La palabra de Dios es promesa de bendición y esperanza del reino por venir, en que los santos han de reinar con Cristo[i]; […] se presenta como un corpus coherente y está entramada por un único Espíritu. Es como una pequeña cadena, en la que cada eslabón se engarza con otro y, la tomes por donde la tomes, pende siempre con igual largura[ii]; […] las santas Escrituras, […] son el fundamento de la fe y la fuente del derecho eclesiástico y de la autoridad de los mayores[iii]. Porque así como los albañiles, cuando quieren construir una casa cuadrada, calculan las paredes iguales por los cuatro lados y, levantándolas a escuadra y plomada, llevan a cabo lo que en la mente concibieron: ensamblan en ángulo recto, por arriba y por abajo, los cuatro lados iguales y van manteniendo la igualdad comenzada a medida que va creciendo el conjunto, de manera que la belleza de la obra armonice la variedad de los materiales y la sabia estructura conserve las líneas angulares; de igual manera, los maestros de la Iglesia, valiéndose de textos de la Escritura, colocan los fundamentos firmes de la doctrina y permanecen intrépidos ofreciendo sus obras a Cristo y diciendo: ‘Afiánzame con tus palabras’. Él es, en efecto, de quien está escrito: ‘La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido’[iv]. Quien, pues, es fortísimo en disputar y está robustecido por los testimonios de las Santas Escrituras, ése es baluarte de la Iglesia[v]. En cuanto a nosotros, caminando sobre las huellas de los padres e instruidos por las palabras de las Escrituras, en nuestras iglesias, enseñamos, predicamos y confesamos […][vi].

2. Y “escribimos”, porque usted ha escrito muchos comentarios a las Escrituras, ¿no es así?

Mi propósito no era traer las Escrituras a lo que yo pienso, sino decir lo que entendía ser el sentido de las Escrituras. El deber del comentador no es decir lo que a él se le antoje, sino exponer el pensamiento de aquel a quien se interpreta[vii]. Algunos enseñan las Escrituras sin entenderlas, y cuando aconsejan a otros, adoptan la pose de los sabios […]. Es, pues, conveniente obedecer a los mayores, escuchar a los perfectos y, después de las reglas de las Escrituras, aprender de otros las sendas de la propia vida, y nunca seguir al peor maestro, es decir, a la propia presunción[viii]. Ciertamente escribo para estudiosos y ávidos de conocer la Sagrada Escritura […][ix].

3. Y, ¿qué recomienda para aquellos que están ávidos de estudiar las Escrituras, de conocerlas, de leerlas, ¿puede ofrecerles algún consejo?, ¿cómo acercarse a ellas?

Algunos […] leen las Escrituras, pero no entienden; tienen los pergaminos, mas han perdido a Cristo, que está escrito en los pergaminos […][x], desprecian las medicinas que vienen de las Escrituras santas para su corrección y curación, y como mujeres embarazadas, que rechazan los alimentos habituales y buscan todos los dañinos, así también éstos sienten hastío de la verdad[xi]dejen de una vez de guiarse por los errores de sus pensamientos y que se sometan más bien a la autoridad de las Escrituras[xii], pues […] abandonado en pleno mar de las Escrituras […][xiii] […] tú no puedes entrar en las Escrituras Santas sin un guía que te enseñe el camino[xiv]. Ama la sabiduría de las Escrituras y no amarás los vicios de la carne[xv]; ama las Escrituras santas y la sabiduría te amará a ti[xvi]. Por eso […] deberás fijar cuántas horas vas a emplear en aprender la Sagrada Escritura […]”[xvii]; por la noche conviene levantarse dos y aun tres veces y rumiar lo que sabemos de memoria de las Escrituras[xviii]. Lee muy a menudo las Divinas Escrituras, o mejor, nunca el texto sagrado se te caiga de las manos[xix]; […] así también comprenderá más claramente la Santa Escritura quien ha contemplado con sus ojos la Judea y ha conocido los monumentos de sus antiguas ciudades y los nombres, ora los mismos, ora cambiados, de sus lugares[xx]. Te ruego, hermano carísimo, que vivas entre estos escritos, que los medites, que no conozcas otra cosa, que no busques nada más[xxi].

4. ¿A qué se refiere con que “Cristo está escrito en los pergaminos”?

[…] prestad mucha atención, pues nuestro propósito […] es […] el de captar el sentido de las Escrituras. En fin, ¿qué es lo que dijo nuestro Señor y Salvador? “Escudriñad las Escrituras, y en ellas encontraréis lo que está escrito sobre mí(Jn 5, 39) […] Por el hecho de no conocer las Escrituras ignoráis a Cristo, que es el poder y la Sabiduría de Dios (1 Co 1, 24)[xxii]. Observad los misterios en las Escrituras. Reparad cómo en las sencillas palabras de las Escrituras se encierran múltiples misterios: en los caminos y en los senderos, en la ley y en los profetas No dice “caminad”, sino “deteneos”: no dejéis de lado ni la Ley ni los profetas. Pero, cuando hayáis encontrado esos caminos, cruzando por ellos, empezad a caminar por el Camino único[xxiii]. Una sola fuente brota del trono de Dios, es decir, la gracia del Espíritu Santo; y esa gracia del Espíritu Santo se encuentra en las Sagradas Escrituras, esto es, en este río de las Escrituras. Ahora bien, tal río tiene dos orillas: el Antiguo y el Nuevo Testamento; y el árbol que se encuentra plantado en ambas orillas es Cristo. Pues bien, ese árbol da al año doce cosechas, una por cada mes. Nosotros no podemos acceder a los frutos de ese árbol más que por medio de los apóstoles. Sólo si alguien, por medio de los apóstoles, se acerca a ese árbol, conseguirá hacerse con el fruto, fruto que cosecha en las Sagradas Escrituras, esto es, en el sentido divino que subyace tras sus palabras[xxiv]. Ciertamente en el Antiguo Testamento se encierran los misterios del evangelio, y en el Nuevo, los de la Ley[xxv]. […] El Antiguo y el Nuevo Testamento. Tanto en el uno como en el otro brilla Cristo. No lo alabéis sólo en el Antiguo Testamento […]; ni tampoco sólo en el Nuevo Testamento […]. Alabadlo día tras día, esto es, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, pues estos dos días emiten una misma luz[xxvi]. El cristiano […] cree en ambos Testamentos y en ambos indaga una y otra vez, tratando de explicar espiritualmente lo que se esconde tras la letra […][xxvii].

5. ¿Qué quiere decir que “en el Antiguo Testamento se encierran los misterios del evangelio”?

Por ejemplo en el libro de Job el Antiguo Testamento habla del Nuevo, cada palabra está en él cargada de significados y, para no hablar de otras cosas, diré que profetiza la resurrección de los cuerpos, de suerte que nadie ha escrito sobre ella con mayor claridad o cautela: “Sé —dice— que mi Redentor vive y que en el último día he de resucitar de la tierra y otra vez seré rodeado por mi piel y con mi carne veré a Dios, a quien he de ver yo mismo y han de contemplar mis ojos, y no otro; bien asentada está esta esperanza mía en mi seno” (Job 19, 25-27)[xxviii]. Ha de saberse que Isaías […] de tal modo ha expuesto con claridad todos los misterios de Cristo y de la Iglesia que uno cree, que no vaticina acerca del futuro, sino que redacta una historia de cosas pretéritas[xxix]. […] Las figuras del Antiguo Testamento han servido a la verdad evangélica![xxx]. En el Apocalipsis se muestra un libro sellado con siete sellos, que si, para que lo lea, se lo das a un hombre conocedor de las letras, te responderá: “No puedo leerlo, está sellado”. Cuantos hoy creen que saben leer tienen un libro sellado y no pueden abrirlo si no lo abre “aquel que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, el que cierra y nadie abre” (Ap 3, 7)[xxxi]. En las palabras sencillas de la Escritura siempre existe un significado más excelso[xxxii]. No hay, como algunos piensan, palabras sencillas en las Escrituras. En ellas se esconden muchos sentidos. Una cosa significa la letra y otra la palabra mística[xxxiii].

6. Usted afirma que la Escritura esconde muchos sentidos. Aparte de los pasajes del Antiguo Testamento que profetizan el Nuevo, ¿qué otros sentidos “místicos” puede tener la “letra” de la Escritura?

Mi querida discípula santa Paula, conocía las Escrituras de memoria y, aunque amaba el sentido literal, al que llamaba cimiento de la verdad, seguía con más gusto el sentido espiritual, y con esta techumbre protegía el edificio de su alma[xxxiv]. Si pues alguien es arrebatado hacia Cristo, ése sube sobre las nubes de la Ley y del Evangelio, sobre los profetas y los apóstoles; y tomando alas de paloma y levantándose por la doctrina de aquéllos a lo alto, sale al encuentro de Cristo, no en las cosas de abajo, sino en el aire: en la inteligencia espiritual de las Escrituras[xxxv]. […] Pues es preciso conocer las venas mismas y las carnes de las Escrituras para que, una vez se haya entendido lo que en ellas está escrito, podamos penetrar su sentido[xxxvi]. Es como decir tras haber leído un pasaje: “Todo esto que acabamos de decir se ajusta a su sentido literal. Pasemos ahora a explicarlo desde el plano alegórico[xxxvii]”. Si lo que acabamos de leer lo interpretamos al pie de la letra, ¿qué tiene esto en sí de radiante, de espléndido y de sublime? Pero si lo interpretamos espiritualmente, al punto las Sagradas Escrituras, es decir, la envoltura de la palabra, se transforman y se tornan blancas como la nieve: “cual ningún batanero de la tierra lograr puede (Mc 9, 3). Toma cualquier texto de los profetas o cualquier parábola del evangelio: si los interpretas al pie de la letra verás que, en sí, no comportan esplendor ni brillo alguno. Pero si, por el contrario, sigues a los apóstoles y los interpretas espiritualmente, al punto, el ropaje de la palabra se transforma y se torna de una blancura resplandeciente: Jesús se transfigura por completo en el monte […][xxxviii].

(La entrevista a San Jerónimo fue publicada en alemán: Raquel Oliva, Unterwirf dich der Autorität der heiligen Schrift : „Die Tagespost“ (28 August 2020); traducido al alemán por José García en: https://www.die-tagespost.de/kirche-aktuell/aktuell/unterwirf-dich-der-autoritaet-der-heiligen-schrift;art4874,211454).

[i] Jerónimo, Epistulae 36, 16, ed. J. B. Valero, San Jerónimo. Epistolario I (BAC 530; Madrid 1993) p. 327. [ii] Jerónimo, Tractatus in Marci Euangelium [328], en: San Jerónimo. Obras completas I. Obras homiléticas. Comentarios a los Salmos. Comentario a San Marcos. Tratados varios, eds. M. A. Marcos Casquero – M. Marcos Celestino (BAC 593; Madrid 1999) p. 831. [iii] Jerónimo, Epistulae 152, ed. J. B. Valero, San Jerónimo. Epistolario II (BAC 549; Madrid 1993) p. 836. [iv] Jerónimo, Epist. 100, 14, ed. Valero II, p. 126. [v] Jerónimo, Commentarii in Esaiam XV, [612], ed. J. Anoz, Comentario a Isaías (Libros XIII-XVIII). Pequeño resumen de unos pocos capítulos de Isaías (BAC 669; Madrid 2007) p. 187. [vi] Jerónimo, Epist. 93, ed. Valero II, p. 27. [vii] Jerónimo, Epist. 49, 17, ed. Valero I, p. 427. [viii] Jerónimo, Epist. 130, 17, ed. Valero II, p. 678. [ix] Jerónimo, Commentarii in Esaiam VIII, [315], ed. J. Anoz, Comentario a Isaías (Libros I-XII). Pequeño resumen de unos pocos capítulos de Isaías (BAC 667; Madrid 2007) p. 577. [x] Jerónimo, In. Is. II, [42], ed. Anoz, p. 79. [xi] Jerónimo, Epist. 98, 19, ed. Valero II, p. 94. [xii] Jerónimo, Epist. 96, 20, ed. Valero II, p. 58. [xiii] Jerónimo, Aduersus Helvidium de Mariae uirginitate perpetua [209], en: San Jerónimo. Obras completas VIII. Tratados apologéticos. Altercatio luciferani et orthodoxi. Adversus Helvidium. Adversus Iovinianum. Contra Vigilantium. Contra Iohanem Hierosolymitanum. Adversus Rufinum. Adversus Pelagianos, ed. M. A. Marcos Casquero – M. Marcos Celestino (BAC 685; Madrid 2009) p. 103. [xiv] Jerónimo, A-V Prologi in libros Sacrae Scripturae (Prologus Sancti Hieronymi ad Paulinum presbyterum in omnes diuinae historiae libros) [*7],en: San Jerónimo. Obras completas II. Comentario a Mateo. Prólogos y prefacios a diferentes tratados. Vidas de tres monjes. Libro de los claros varones eclesiásticos, ed. V. Bejarano (BAC 624; Madrid 2002) p. 443. [xv] Jerónimo, Epist. 125, 11, ed. Valero II, p. 596. [xvi] Jerónimo, Epist. 130, 20, ed. Valero II, p. 682. [xvii] Jerónimo, Epist. 130, 15, ed. Valero II, p. 674. [xviii] Jerónimo, Epist. 22, 37, ed. Valero I, p. 253. [xix] Jerónimo, Epist. 52, 7, ed. Valero I, p. 473. [xx] Jerónimo, A-V Prologi in libros Sacrae Scripturae (Prologus Sancti Hieronymi in librum Paralipomenon de Graeco emendatum) [293], en: San Jerónimo. Obras completas II. Comentario a Mateo. Prólogos y prefacios a diferentes tratados. Vidas de tres monjes. Libro de los claros varones eclesiásticos, ed. V. Bejarano (BAC 624; Madrid 2002) p. 469. [xxi] Jerónimo, Praef. (in omnes diuinae historiae libros) [*16], ed. Bejarano, 453. [xxii] Jerónimo, Virg. Mar. [59], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 221. [xxiii] Jerónimo, Virg. Mar. [233], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 523. [xxiv] Jerónimo, Virg. Mar. [6], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 129. [xxv] Jerónimo, Virg. Mar. [111], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 313. [xxvi] Jerónimo, Virg. Mar. [135], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 355. [xxvii] Jerónimo, Virg. Mar. [136], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 355. [xxviii] Jerónimo, Praef. (in omnes diuinae historiae libros) [*9-*10], ed. Bejarano, p. 445. [xxix] Jerónimo, A-V Prologi in libros Sacrae Scripturae (Prologus Sancti Hieronymi in librum Isaiae Prophetae de Hebraeo translatum) [313], en: San Jerónimo. Obras completas II. Comentario a Mateo. Prólogos y prefacios a diferentes tratados. Vidas de tres monjes. Libro de los claros varones eclesiásticos, ed. V. Bejarano (BAC 624; Madrid 2002) p. 499. [xxx] Jerónimo, Epist. 49, 20, ed. Valero I, p. 431. [xxxi] Jerónimo, Praef. (in omnes diuinae historiae libros) [*6], ed. Bejarano, p. 441. [xxxii] Jerónimo, Virg. Mar. [252], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 183. [xxxiii] Jerónimo, Epist. 18A, 12, ed. Valero I, p. 150. [xxxiv] Jerónimo, Epist. 108, 26, ed. Valero II, p. 257. [xxxv] Jerónimo, Epist. 119, 10, ed. Valero II, pp. 405-406. [xxxvi] Jerónimo, In. Marc. [342], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 859. [xxxvii] Jerónimo, Virg. Mar. [93], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 283. [xxxviii] Jerónimo, In. Marc. [349-350], ed. Marcos Casquero – Marcos Celestino, p. 875.



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