
El Adviento es para los pobres porque la Natividad de Dios en Carne es para los pobres. Dios se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, dice la Escritura. Hay quienes tienen problemas con la pobreza, con la pobreza de corazón, con verse pequeños, desvalidos, expuestos, débiles... necesitados. Para entrar en El Portal hay que ser un inútil integral: yo estoy de suerte y tú también, porque, aunque lo maquilles con títulos, lo ocultes con prendas o lo sepultes entre planes y horarios, tienes que saber que para salvarte eres un completo inútil, sin mí no podéis hacer NADA, ni mucho ni poco: cero patatero. Bienvenido al club de los de las manos en los bolsillos. Que no tienes cofres de oro, ni incienso, ni mirra, ni oveja, ni queso, ni requesón, ni eres tamborilero... estás de suerte, porque las manos vacías de las figurillas de barro, Dios las llena dándoles a un recién nacido Dios. Ser un inútil redomado está muy bien, deja claro quién es Dios y quién eres tú: una criatura débil necesitada de la Salud de Dios, de esa que, aunque el COVID te lleve por delante, nadie te la va a quitar. Es la Salvación, la Gloria de Dios, la Vida eterna, la alegría para siempre. ¡Alabado sea este nuestro Dios, el Dios de los inútiles!
Este año toca poner la figurilla de barro del inútil con las manos en los bolsillos. A manos vacías, Dios colma. Y si eres presbítero, más a más: no encontró este Dios de carne otro inútil al que ungirle las manos para traer a estas figurillas de barro, que van de camino hacia El Portal, al Dios de carne en el Altar.
Barro y barro se entienden, no quieras hablar otro lenguaje que no entenderá el Niño de Belén. El barro tiene su lenguaje, el de los balbuceos, los gemidos y los lloros, que quien así reza, lo tiene todo, pues barro con barro se entiende y al Niño Jesús se va por vías de inutilidad.
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