Domingo sin ocaso: Los frutos de la Comunidad del Cordero en Madrid
- Raquel Oliva
- hace 6 días
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Mi amigo Domingo ha vivido su Pascua. No creía en Jesús y vivía así, como quien no lo conoce, hasta que se lo encontró, vivo y resucitado, en la Capilla del Obispo, en la Custodia, mientras las Hermanitas del Cordero adoraban al Viviente. Y empezó a creer y a vivir como un cristiano. Porque ser cristiano no prácticamente es como ser vegano y comer carne... Pues eso. Y es que parece que la fe es algo accesorio, pero no lo es. De la fe depende de cómo un matrimonio decide orientar su familia, de la fe depende a qué se dedica el tiempo libre; de la fe depende cómo se educa a los hijos; de la fe depende cómo se viven las relaciones humanas; de la fe depende todo, aunque pareciera que tener fe es como si nada. Pero a medida que la vida avanza, la distancia que separaba las dos trayectorias iniciales —una con fe, la otra sin fe— imperceptiblemente, quizá, confusas para la liviana, normalmente infancia y alocada juventud de la mayoría, van distanciándose más y más, perfilándose más notable la diferencia entre una y otra postura ante la embergadura de la vida que se va haciendo adulta. Porque enfermedad, vejez y muerte o, mejor dicho, cómo se vive la enfermedad, la vejez y la muerte dejan ver muy claramente el abismo que separa los dos caminos.
Como la actitud ante la muerte no se improvisa, mi amigo Domingo estaba preparado a través de muchos síes de fe al Señor en el cotidiano de sus días. Por ello ha enfrentado sus dos cánceres con fe y esperanza, con oración; ha sobrellevado con paciencia su última etapa de enfermedad y ha entrado en la paz de Cristo, en el sueño de la muerte.
Pero Domingo no estaba solo. Domingo era y es laico del Cordero, es decir, de la Comunidad del Cordero. Y eso se notaba en la UCI. Hermanitas con hábitos azules y laicos del Cordero rezando el rosario en la sala de espera; hermanos de fe acompañándole durante todo el día en la habitación del hospital; visitas de amigos en la fe, llamadas… Y es que la fe no da igual y no da igual cómo vivir la fe. A más intensidad o radicalidad, es decir, en más yendo a la raíz —no en ir a comportamientos brutos— más se disfruta del Misterio de Dios, que conlleva la comunión —por cierto, muy poco vista, rara avis, usualmente—. Y yo he tenido la Gracia inmensa de ver esto yu participar de ello estos dos días.
Allí estaban los Hermanitos y Hermanitas del Cordero en Madrid, que son como pescadores. Le digo a mis alumnos, cuando traducimos el evangelio de la llamada de Pedro y Andrés, Santiago y Juan, que el verbo griego ἀντιβάλλω nos indica que los dos hermanos estaban echando una red que solo se puede echar al mar entre dos personas: uno solo no puede. Porque tengo un libro sobre redes de pesca en la época de Jesús… que explica los distintos tipos de redes y, en este evangelio, se habla de la red que requiere dos personas. Pues así son los hermanitos y las hermanitas del Cordero en Madrid. Han echado las redes hace años y Domingo y todas las personas que estaban rezando en la UCI, y todas las personas que abarraotaban la Iglesia en la misa exequial son fruto de esta pesca milagrosa, a través de un anzuelo, Domingo. Pensaba yo, que en esta red que han echado las Hermanitas y Hermanitos, atrapan peces de todo tipo: ricos y pobres, sanos y enfermos, niños y adultos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, casados, solteros… y sin descartar ningún pececillo, dejan que el Señor vaya haciendo la obra de la fe en ellos.
¿Hay algo mejor que morir el día de san Justino mártir y que este día coincida con la Ascensión del Señor y vaya precedido de la Visitación de María a su prima Isabel? Sí: que se encargue de la liturgia de tu funeral la Comunidad del Cordero. Por tanto, aprovecho para expresar públicamente que deseo fervientemente que en mi Pascua sea la Comunidad del Cordero la encargada de toda liturgia que asome en todo momento. Dios lo quiera. Creo que no he asistido a una liturgia exequial —y he ido a muchas— que subraye de forma tan sencilla pero bella la dignidad del cuerpo, ya cadáver, que espera la resurrección de la carne. Sublime. Belleza. Me muero.
¿No habrá que rezar intensamente para que esta riqueza, que es la Comunidad del Cordero en Madrid, se quede aquí, cerquita (de mí), es decir, donde el Señor los trajo en un primer momento? —Admitidos la otra orilla del río—. Yo creo que nos trae cuenta, nos jugamos mucho. Creo que Madrid centro necesita ver esos hábitos azules y esos rosarios parlantes al ritmo del paso del Evangelio.
¡Qué belleza ser cristiano y vivir como tal con toda la intensidad posible!
Todo está bien.
Dios lo ha hecho todo bien.
Domingo sin ocaso.
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