Día frío, dicen que siberiano, pero muy soleado. Luz a raudales que deslumbra la vista de la puerta de los Jerónimos. Gente, como siempre, pero no agobio. Visito las salas dedicadas al gran Velázquez. Las Meninas, majestuosa en el óvalo. Los borrachos con ese cuerpo blanquecino, blando… Las hilanderas, Aracne de fondo. Trazos menos prietos que los primeros. ¿Cuál me gusta más? No sabría decir. Sí sé que el Cristo sigue sin decirme nada en contra de la opinión general. ¿Anatomía perfecta? No me toca el sentimiento… El bufón Calabazas me ha conmovido. El Reino es de los pequeños. También un rey puede ser pequeño si entre tanto manto se reconoce en su verdad: criatura. Los paisajes me han encantado. Atmósfera, el instante, el momento, como la luz flotando… Paz, sosiego, vida cotidiana. Quizá me hiciste el corazón para lo pequeño… Esas hojitas verdes en movimiento me embelesan más que el rostro de enfado del cornudo Vulcano también bello.
Me gustas, #Velázquez, pero no tu #Cristo que no dice nada, aunque quizá por eso, pan blanco mudo sobre fondo negro lo pintaste, para decirnos que inmutable es el cielo, como ese Cristo mudo, manso, mullido como el cielo.
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