
Suspirábamos por tener noches de vino y rosas.
Llegó el tiempo del vino y no había rosas. Llegaron las rosas, pero las rosas se marchitan. El vino se acabó.
Reparé, de pronto, en el candor de aquella vela, que brillaba discreta
Cogí la vela y me levanté de la mesa.
Salí y ya era de día.
“Conversión” en Cuadernos sin clasificar 2003
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