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Foto del escritorRaquel Oliva

A los recién casados


Antonio Orbe_San Ireneo_Raquel Oliva

Todo empezó con una mirada esquiva, con un roce furtivo, eléctrico, de tu mano con la mía, como queriendo encontrarse; y a la vez tímida. Mi alma empezó a estar en tus palabras y luego, poco a poco, te fui aprendiendo, bebiendo a sorbos tus alegrías, tus miedos y tus risas con el pasar sencillo del minutero que contigo avanzaba como victoria de una promesa. Y llegó el sí y el consentimiento y la transfiguración porque “serán los dos una sola carne”. Y así, Luis Rosales:


La trasfiguración


Siento tu cuerpo entero junto al mío; tu carne

es

como un ascua, fresca e imprescindible que está fluyendo hacia mi cuerpo, por un puente de miel lenta y silábica. Hay un solo momento en que se junta el cuerpo con el alma, y se sienten recíprocos,

y viven

su trasfiguración,

y se adelantan el uno al otro en una misma entrega, desde su mismo origen deseada. Siento tus labios en mis labios, siento tu piel desnuda y ávida, y siento,                ¡al fin!                             esa frescura súbita como una llamarada de eternidad, en que la carne deja de serlo y se desata, se dispersa en el vuelo,                                         y va cayendo en la tierra sonámbula de tu cuerpo que cede

interminablemente cediendo,                                   hasta que el vuelo acaba y ya la carne queda quieta, milagreada, y me devuelve al cuerpo,                                                      y todo ha sido un pasmo, un rebrillar y luego nada.

(Luis Rosales)


Porque también dialogaban a propósito de estas cosas unas vírgenes según Metodio de Olimpo.

(A los recién casados en Cuadernos sin clasificar 2020)

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